Son las 11:30, está sentado frente al televisor, grande, brilloso y fulgurantemente estelar, en la sala parece recordarle que no hay nadie más que él. Las gotas de la copa le mojaban la mano luego de recorrer lentamente la cintura meridional del vidrio, encontrando su reposo final junto al sudor; el ventilador repite en un loop eterno el sonido de las aspas al rotar sobre el eje que alguna vez estuvo engrasado y hoy se queja sórdidamente.
Es verdad que no es su culpa, él quiso ser más tolerante, su madre siempre le dijo que debía ser tolerante porque no sabía qué es lo que pasaba dentro del otro. pero cómo saberlo, ¿acaso es un vidente?
son las 11.35 y el control remoto en la mano izquierda hace las veces de pelotita de stress, aprieta, aprieta y aprieta; las luces van dejando en la ventana marcadas las siluetas de una existencia fugaz y serena, la impasividad del espectáculo vacío de la última hora, en donde solo se rellena el aire con programas emitidos, regurgitados una y otra vez. Sin embargo sigue, cambia y vuelve a cambiar, realmente era un poco su culpa, o sea nadie le pidió opinión pero todos le decían que debía hacer.
Son las 11.40, corre el líquido por las mejillas formando unos hermosos meandros que recortan la redondez del rostro terminando en el piso, una silueta impávida en el suelo casi una figura impresionista, pero a la vez surrealista, deformada y cuidada; las pinceladas justas que reproducen las luces y las sombras jugando con la luz del televisor quien no deja de dar herramientas a la fatalidad. La verdad es que algo podría haber hecho, ¿pero qué caso tenía?
Son las 11.45 y el viento caliente entra por la ventana, la humedad anuncia que el agua está cerca, corren las gotas por la espada acompasadas con la columna vertebral, esquivando las imperfecciones de la piel tomando los caminos más directos, el suelo las atrae, las llama y PLAF, caen, se agrupan y desaparecen en el piso. Ahora si uno presta atención, había advertido muchas veces, no es normal que no vean el resultado, ¿o si?.
Son las 11.50 se escuchan los adelantados, Juana le debe haber comprado a miguel mas cuetes de lo previsto pero no pudo resistir la tentación de decirle que no lo tire antes de tiempo, así pum, pam, los silbidos y los estallidos resonaban en todo el barrio, algunos abren las ventanas y reingresa a la mesa la discusión de si el reloj está bien en hora. Les había advertido que si seguían no me aguantaba, y ellos no, no podían parar, su crueldad fue mucha, pero creo que lo que más molestó fue lo impávido del auditorio que nos rodeaba, ¿qué iba a hacer?
Son las 11.51 y crónica ya puso el reloj grande en toda la pantalla, rojo con esos dibujitos de los gorritos de papá Noel, acaso como si alguien pudiera usar ese gorro de mierda con este calor.
Son las 11.52 los números grandes y blancos, de fondo una nieve que cae, es la misma situación, esa mentalidad de extranjerizados, de dementes incongruentes en contra de la realidad que no entiende el calor que hace.
Son las 11.53 y el sonido del reloj se hace cada vez más fuerte, pero por suerte las risas horribles ya no pueblan las sala. Eran abyectas y falsas, pero tan verídicas que me embelesaron para pensar que eran realmente parte de ellos.
Son las 11.54 que les iba a decir ¿que no?, ¿que no venía? yo sabía que algo querían pero no eso, eso no!
Son las 11.55 se escuchan los truenos, viste, ya sabía que se venía la tormenta. Lucas!!… Marta!!… bah, no responden,¿como hacerlo no?, nunca quisieron.
Son las 11.56 el tiempo se vuelve espeso como sus miradas, aunque ahora vagas, antes furiosas y penetrantes, ególatras y superadas, sus miradas, fue eso.
Son las 11.57 y me di cuenta, fueron sus ojos,me decían que había venido al pedo, que no me respetaban, que no sabían lo que pasaba yo, eso fue lo que me hizo reaccionar.
Son las 11.58 número par, me gustan los pares, de a dos, de a cuatro, ves, hoy éramos siete por eso me molesté.
Son las 11.59 incertidumbre, insolencia, inocencia, inminencia, sangre, muerte, final
Son las 12.00 bienvenido año nuevo que lindo es estar en silencio.
FIN
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